jueves, 24 de diciembre de 2015


¿Prefieres un video en el que yo mismo te explique acerca de mi libro? Ve el video aquí.

¿Por qué leer este libro?

      Uno de los peores errores que cometemos los humanos es pensar que leer un libro es suficiente para aprender. Probablemente ya hayas leído muchos libros, dices: ¡Waooo, interesante! Y luego los dejas por ahí en alguna gaveta o en tu PC almacenados, si son electrónicos. Luego seguimos con los mismos hábitos y costumbres. Lees otro libro y se repite la historia. ¿Conoces gente que lee mucho y nunca lleva a cabo toda esa información que tiene en la cabeza? Pues con este libro pretendo que sea diferente, obviamente con tu ayuda, claro. 

     Según muchos estudios ya se ha demostrado que la peor forma de aprender es leyendo. En dos semanas sólo te acordarás del 10% de lo que aquí te diré. La segunda peor manera de aprender es escuchando palabras de alguien. Ahí sólo el 20% lo recordarás en dos semanas. Pero la mejor forma de aprender y de comenzar a ver cambios reales en tu vida es haciendo tú mismo(a) las cosas, no que te las cuenten sino que tú mismo(a) las hagas. Por esta razón, al final, compartiré contigo algunas herramientas prácticas que tendrás que hacer si quieres que éste no sea otro libro más de esos que te dicen teorías e información interesante que luego nadie hace. Tú eres quien decide si este libro es dinero perdido o una de las mejores inversiones que has hecho.


    En este caso te hablaré acerca de un tema que probablemente ya estés cansado(a) de escuchar como lo es el de la salud. Ahorita con esta onda “saludable” todo el mundo se preocupa por el tema. Sin embargo, volvemos a lo mismo, se cree que la salud sólo se logra enfocándose en atacar la enfermedad, en hacer seminarios, eventos, congresos médicos y científicos donde te hablan una y otra vez de lo mismo: “que comer azúcar es malo, que hay que hacer ejercicio, de las calorías y de las cifras de obesidad en el mundo”. Sin embargo, al salir de esos eventos ves a los mismos ponentes en McDonald’s o en la calle el hambre. ¿Lo has notado? La pregunta aquí sería: ¿a qué estamos jugando?

¿A quién va dirigido este libro?

     ¿Eres de los que piensan que los humanos somos mucho más que una historia clínica, unas pastillas que tomar o un determinado número de calorías por consumir? ¿Has asistido a una consulta médica o nutricional en las que en el fondo no te ofrecen solución a lo que tienes porque no tratan la causa real sino que todo lo arreglan con medicamentos y dietas prediseñadas? ¿Te gustaría por fin atacar la causa para ahorrar todo ese dinero y utilizarlo en oras cosas? ¿Eres un profesional de la salud que intuye que hay algo errado con el sistema pero no sabes cómo cambiarlo?¿Eres de las personas que hagan lo que hagan, igual siguen con los dolores y achaques? ¿Eres de los que hacen cualquier tipo de dieta y no alcanzan su peso? ¿Te hace falta dinero para poder seguir las recomendaciones al pie de la letra? ¿Comienzas muy bien los tratamientos y luego desistes? ¿Te desenfocas fácilmente?

    Si has respondido Sí a algunas de estas preguntas, este libro es para ti.

   Aquí te ayudaré a resolver los problemas y respuestas, pero sobretodo te daré herramientas prácticas para que no todo se quede en teorías. Compartiré contigo herramientas que he aprendido y que aplico en mi país, Venezuela, para tener salud completa en todos los sentidos. No se trata de enaltecer mi ego hablándote con palabras técnicas y rebuscadas que a todos les parece interesante pero que nadie entiende. Te hablaré en lenguaje claro.

¿Cómo te puedo ayudar a conseguir lo que deseas?

    No sé si eres de Venezuela o si sabes dónde queda este país. Tampoco sé si sabes lo que está ocurriendo aquí. El hecho es que hasta hace poco, yo, nutricionista-dietista, estaba pasando hambre. No tenía qué comer y me llamaban pacientes preguntándome qué podían comer ellos. ¡Qué ironía! Más adelante conocerás toda la historia, pero a lo que quiero llegar es que me ha tocado desaprender casi todo lo que aprendí en la universidad y aprender de nuevo por mi cuenta.

     ¿Cómo es que siendo profesional de la salud no tenía salud? ¿Cómo es que sabiendo todo lo que hay que hacer y teniendo toda la información teórica no me ayudaba con lo que quería? Es increíble cómo los humanos, incluyendo los profesionales de la salud nos aferramos a nuestras creencias y maneras de hacer las cosas, aunque internamente sepamos que eso no nos lleva a ningún lugar. Tengo colegas en Venezuela que continúan diciendo: “come menos azúcar, come frutas y vegetales”, etc., donde ni ellos tienen los medios para comer como predican.

    Mi intención no es hablarte de más teorías que nadie aplica sino hablarte de mi experiencia y darte herramientas prácticas. Me preocupa ver tantos profesionales de la salud que piensan que el bienestar de los individuos se logra hablando acerca de bioquímica o de estadísticas de salud. Parece que estamos tan llenos que no tenemos espacio para el sentido común. Te explicaré acerca de cómo nuestra economía influye directamente sobre nuestra salud física y mental, y cómo solucionar los problemas que ésta nos plantea.

     Para que sepas más de mí, te diré que estudié una licenciatura en Nutrición y Dietética en la Universidad Central de Venezuela y luego hice una maestría en Nutrición Humana en la Universidad Simón Bolívar. Pero repito, nada de eso ha sido garantía para tener la salud que predico. He tenido que aprender las cosas que aquí te diré. Cosas que te permitirán alcanzar una salud integral.

Capítulo 1
Un nutricionista en Venezuela pasando hambre

    Venezuela, año 2017. El 80% de la población está pasando hambre y la mayoría de los nutricionistas aún siguen diciendo: “coma sano, coma frutas y vegetales, bájele al azúcar y a las frituras”. Yo soy nutricionista y literalmente no tengo qué comer mientras escribo esto.

    “¿Ya dieron número para comprar el pan?”, fue lo único que se me ocurrió decir al llegar a la fila a las seis de la mañana con bastante frío. 

     Luego de haberme dicho que no, me propuse a hacer mi fila como niño bueno para comprar los diez panes tipo francés que me tocaban. De repente suena mi celular, ¡otra vez el condenado banco llamando para cobrarme las cuotas vencidas del crédito que solicité hace un año! Lo dejo que suene. Avanza la fila. Algunos comienzan a decir que el pan no alcanzará para todos. De nuevo el celular suena: ahora sí es un número registrado. Del otro lado hablan:

—Hola doctor, lo llamaba para que me dijera qué puedo comer en la noche.

—Bueno, la idea es que sea algo ligero –dije yo–. Pudiera ser una ensalada cruda con algo de proteína como queso o pollo en tiras.

    Se termina la llamada y ya me falta poco para que me den mis panes. Cuando de repente, avisan que ya no hay más. “¿Cómo es que yo siendo un profesional tengo que pasar por esto, Dios mío? ¿Cómo es que siendo un nutricionista con maestría tengo que mendigar comida?”. Era lo único que me repetía una y otra vez desde que llegué a la fila hasta esa noche que no comí literalmente nada.

    A la mañana siguiente, y luego de haber soñado toda la noche con comida, vuelvo a hacer mi respectiva fila para mi pan. Esta vez me llevo a mi hermano (ingeniero industrial), con la idea de que sean diez panes para él y diez panes para mí. El mismo procedimiento, llegamos a la punta de la fila y ahora sí logramos comprar. “Ahora sí tengo qué comer y podré hablar con base sobre nutrición”, era lo que me decía de regreso a la casa con mis panes en la mano. Es algo inexplicable el placer de comer con hambre y también inexplicable el dolor de pasar hambre. Ninguno de los libros que leí en la universidad me explicó acerca de estas sensaciones. ¿Qué estarán comiendo mis profesores de universidad? ¿Qué comerán mis colegas? Eran cosas que me preguntaba. En fin, decidí escribirte yo mismo acerca de mis vivencias porque sólo la vida es la verdadera maestra, la que nos agita la cabeza diciendo:

“¡despierta y bota toda esa teoría que no sirve de nada ahorita y comienza a usar el sentido común!”.

    Como te comenté, es el año 2017 en Venezuela y la mayoría de la gente pasa necesidad, incluyendo el profesional más “pintao”. El precio de la comida es muy elevado por lo que se deben hacer largas filas para poder comprar a un menor precio. Existe control cambiario y el precio del dólar en el mercado paralelo está cotizando los ocho mil bolívares. Para explicarlo mejor, el sueldo mínimo está en 100.000 bolívares (12,5 dólares americanos) y la cesta básica en 800.000 bolívares (100 dólares americanos). Cuando hay aumento de sueldo por decreto del Estado no es motivo de celebración sino más bien motivo de angustia. Es sinónimo de más desempleo y/o precios más altos. Como hay poca producción, los empresarios se ven obligados a despedir trabajadores para disminuir sus costos o aumentan los precios de los productos para poder continuar abiertos. Muchas personas dependen de préstamos o tarjetas de crédito para poder comprar comida. No hay harina en las panaderías y la moda es emigrar a Chile ya que ahora en Panamá no quieren a los venezolanos porque después de cierto tiempo comenzaron a llegar a dicho país paisanos míos con malas conductas. Los estudiantes venezolanos siguen estudiando en sus universidades a pesar de los paros y las protestas, apostándole a un empleo con un sueldo fijo en el futuro. Los profesionales se quejan y piensan que la solución es estudiar más para ver si les pagan más en sus trabajos. La mayoría hace sus trámites para que sus títulos sean aceptados en el exterior y de esta manera poder ejercer su profesión afuera. La gente no está pendiente de asistir a consultas de nutrición porque no tienen dinero ni comida para comer como dice la teoría. Los nutricionistas que conozco han tenido que emigrar y los que se han quedado ya están bien flacos pero con el mismo disco repitiendo: “tenga una alimentación balanceada, haga ejercicio y evite tanto las grasas como el azúcar refinada”.

¿Qué puede hacer un nutricionista en momentos como éstos? Sigue leyendo